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Vida nocturna: ser camarera y otras ironías

Ah, la glamurosa vida de la música en Londres... o al menos la versión que te venden antes de que termines sirviendo pintas en un bar nocturno para pagar el alquiler. ¿Quién iba a imaginar que mi contrabajo tendría que esperar mientras yo limpio mesas pegajosas a las 3 de la mañana? Sí, resulta que Londres no se conquista en una semana.

Ser camarera en un bar nocturno tiene su encanto... si es que por "encanto" entiendes lidiar con borrachos que creen que *mi nombre es tan fascinante* como para contárselo a sus amigos cada vez que piden una ronda. “Nada, tráenos otra cerveza. ¿Y qué tal si te quedas para nada, eh?”. Hilarante. Casi tanto como los intentos de ligar a las tantas de la noche, donde el ingenio parece irse por el desagüe junto con las últimas gotas de cerveza.

Pero bueno, hay algo poético en todo esto, ¿no? Estoy aquí, detrás de la barra, viendo cómo se desmorona la dignidad de la gente mientras guardo la mía lo mejor que puedo. A veces me imagino que este es solo otro paso en mi camino a la fama musical, como si todos los grandes músicos hubieran pasado por este mismo purgatorio de servilletas mojadas y propinas escasas.

Lo que está claro es que, cuando llegue el día en que toque en un gran escenario, me aseguraré de brindar por esta fase de mi vida. Y, con suerte, lo haré con algo mejor que una cerveza barata.

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